lunes, 4 de noviembre de 2013

¡¡¡SE VIENE LA ÚLTIMA DE "OPERA-CIÓN..."!!!

Si se observa el repertorio de TeTeBA a lo largo de los años, se ha caracterizado por espectáculos, yendo de menor a mayor, con altas dosis de complejidad. Hasta los semimontados lo han sido (tomemos como ejemplo nuestro desdoblamiento de los personajes protagónicos de "El diablo y dios", en la búsqueda de simbolizar 'doblemente' la dialéctica que subyace en toda la obra). Tratándose además de un espacio pedagógico, esto parecería ofrecer un contrasentido, ya que muchos de sus integrantes han sido noveles, con poca o nula experiencia, y prácticamente ninguno profesional. Podría sonar a que se los somete a una exigencia desmedida.
Pues bien. Veamos. 


Hay algo que los teóricos del arte han llamado la PROTOIMAGEN: se trata de una urgencia interior que es previa a la expresión (y que vale para cualquier lenguaje o género). Es decir, algo que mueve al individuo a expresarse y que está contenido en su ADN, podría decirse. Pero luego se elige la literatura, la pintura, la música, el teatro, para hacerlo. Allí se toma conciencia de que la protoimagen conduce a la apropiación del objeto (con la fantasía de que el poeta, tomemos por caso, puede aspirar a la totalidad del mundo objetivo). Tal aspiración precisa de situarse dentro de un escorzo, el cual tiene que derivarse de la visión personal del artista, pero asimismo tiene que proveer de todos los mecanismos que permitan, desde el universo sensible, pasar a la realidad concreta. 

Nosotros venimos constituyendo productos con escenarios múltiples, con variabilidad estilística, con afrontamiento de personajes a través de técnicas cambiantes, mezclando grandes textos con coreografías o despliegues de multitud, refuncionalizando los argumentos, haciendo simbiosis de especies o acometiendo intertextualidades bruscas, insistiendo en una sonoridad reguladora de la acción, etc., etc. Siempre además bregando por un discurso que nos integre y que tenga que ver con principios y valores de lo humano. Ése ha sido el sentido filosófico que le hemos querido insuflar al grupo (y, que lo admito, tiene que ver con mi óptica del fenómeno y con mis intereses específicos).
Creo que mi obsesión consiste en hacerle notar a quien pisa el escenario (y ése es mi compromiso docente antes que el de puestista) que la construcción de un ser nunca puede ser unilateral, que tienen que ver con tamaña empresa tanto el diseño de caracteres como la movilidad y el intercambio, tanto la emoción como el estímulo ambiental, tanto el decir como el percibir (y cuánta más percepción más canales abiertos hacia uno mismo), tanto el interpretar un rol con mayor continuidad como el participar de un coro, tanto el portar un vestuario y un maquillaje y una utilería vasta como el mayor despojamiento que el actor afronta en escena, que es, como decía Ringo, cuando te sacan el banquito y quedás solo sobre, justamente, el ring, y es para pelearla.

Este es el juego al que vengo invitando desde hace 18 años. Y no pienso ceder. E insistiré en convidar a los candidatos a pertenecer y seguir perteneciendo hasta cuando ellos mismos lo quieran -para seguir mejores caminos o, como diría mi abuela, dios no lo quiera, para creer que el evento los supera-; NADA NI NADIE PUEDE SUPERAR LO QUE TENEMOS DENTRO. Basta para comprobarlo, como dice Henry Miller, el volver y volver sobre una idea, porque una idea hermosa no se compara con el deleite de darle expresión, expresión permanente.

Ahora, ¿se aprende únicamente haciendo? En absoluto. Además el público no tiene por qué pagar nuestras deudas con la formación. La gran paradoja es ser conscientes de que nos estamos formando y al mismo tiempo la estamos emprendiendo con un constructo de alto volumen estético. Entonces esto requiere, para quien finalmente lo entiende (acepto que no es cosa que se digiera con facilidad), que se aprenda de cada instante de pertenencia, de cada ejercicio realizado, de cada estado secreto absorbido en la tarea colectiva de incorporar nuestra presencia como algo imprescindible, igual a estar penetrando a un templo personal en el que se practica la oración que incumbe a todos, descalzándonos como los islámicos, haciendo signos sobre nuestro cuerpo y sobre el espacio que nos contiene (que es como edificarlo), similar a los judeo-cristianos, asumiendo posiciones, miradas y contactos de una sublimidad que nos enaltezca recíprocamente, análogamente a los extremo-orentales.
Espiando cómo ha sido la experiencia de otros que han dejado su legado (leyendo teoría, biografías, viendo fotografías de cosas realizadas con magnificencia, asistiendo a funciones de teatro, relevando en filmes lo que es transponible al hecho escénico, en el que todo es inmaterial porque no perdura, y por lo tanto es más difícil de asir y de domeñar, y por ello hay que hacer trabajo doble).
Memorizar un texto no es el problema. Saber cuándo y por dónde entro, tampoco. Tener mi parte comprometida y enseguida predisponerme a ayudar con un trasto, menos. El asunto está en la significación del esfuerzo, en el mensaje que sea capaz de esgrimir nuestra consustanciación con la totalidad de la que formo parte (y ahí sí que no importa el carácter más o menos 'de aficionado' que sustente mi historia peculiar); es más importante cómo llego de la calle que lo que haré una vez instalado, cuenta con mayor calibre de superación cómo manejo mi respiración antes de salir a escena que la escena misma en la que ya nada tiene remedio, debo requisar y registrar con mayor esmero lo que soy antes de mi rol, y lo que seré a su continuación, que ese híbrido que resulta durante su transcurso en el que tantas escuelas ponen todo el interés para el actante, desprotegiendo al que encarna y VERDADERAMENTE VIVE.



No hay garantías para nadie en este quehacer. Y sería totalmente enfermizo, mazoquista, entregarse a una labor que nos expone sin darnos nada a cambio, que requiere una cuota exuberante de energías hurtadas a lo diario y a nuestras obligaciones familiares, ciudadanas, etc. Es decir, no queda más remedio que hacerlo bien. O atenernos a que pueda tornarse inútil y sólo un entretenimiento, como juntarse a jugar a las barajas: recuérdese, TODO TEATRO ES JUEGO PERO NO TODO JUEGO TEATRO. 
Entrar a las tuberías siempre subliminales, como a los conductos subterráneos de las ciudades esplendorosas: en TeTeBA hemos querido que ese alambique fuese suficientemente engorroso como para que el intentar recorrerlo, y sólo eso, nos deje un casi doctoral manejo de los cimientos de toda gran comarca. Pero además ella llegará a serlo, grande y comarca, por lo que pase encima, a la vista de los demás. 
¡Aprender y Realizar, ésa es la question!