miércoles, 10 de agosto de 2011

De Dante a Shakespeare y Brecht, un teatro abierto a la comunidad


Publicado el 13 de Mayo de 2011
Por Celia Dosio Para Tiempo Argentino




Como los elencos universitarios del mundo, hace 15 años Teteba ofrece grandes obras teatrales realizadas con nivel profesional, pasión amateur y ninguna intención comercial. El gobierno de la Ciudad decretó el proyecto de interés educativo. 
Actor y director, Gustavo Manzanal dirige teatro terciario y también estuvo ligado al teatro universitario. Sobre similitudes y diferencias entre cada uno y sobre las características del teatro amateur, Manzanal habló con Tiempo Argentino. 


–¿En qué consiste el teatro universitario?
–El teatro universitario es el trabajo mancomunado de jóvenes muy entusiastas que tienen la posibilidad de realizar una vida teatral. ¿Qué pasa? Estos jóvenes no son actores. ¿Qué debe tener el teatro universitario? Una escuela para formarlos. Pero al mismo tiempo tiene que darles la posibilidad de participar de eventos abiertos a la comunidad. El teatro universitario no es una escuela, es un teatro de representación, de producción. Las producciones tienen que surgir del propio seno de la compañía. Son absolutamente autogestivas. En una obra son protagonistas y en la siguiente están barriendo la sala. Una de las características más importantes que tiene el teatro universitario en el mundo desde su creación, es ser teatro de repertorio. Algo que prácticamente no existe. No hay teatros de repertorio. Yo tengo la suerte de haber hecho 15 obras distintas en el Cervantes, no puedo decir que haya formado parte de un teatro de repertorio. Hice el espectáculo, bajó, después vino otro. 


–¿Qué fue el teatro universitario de Buenos Aires?
–El Teatro Universitario de Buenos Aires (TUBA) sólo existió nueve años. Fue al mismo tiempo un lugar físico y una compañía formada por jóvenes provenientes de todas las carreras que estaban bajo la égida de una universidad. Así sucede en todas partes del mundo. Las grandes metrópolis tienen su teatro universitario. Buenos Aires lo tuvo. Luego terminó por diversos motivos. Principalmente, por falta de apoyo de la dirección de cultura y por equívocos en la época en que se desarrolló. El TUBA se creó en el año ’74 y persistió hasta el ’83. Haber vivido en dictadura no fue un privilegio, fue una lucha. Tuvo que soportar prohibiciones, censuras, montajes enormes, que luego de la primera función debían bajar, giras programadas que se cancelaban. Todo eso llevó a que el director, mi maestro Ariel Quiroga, renunciara. Y lo que suele pasar en estos casos, la tarea quijotesca de uno solo se desvaneció. 


–Eso es teatro universitario. ¿Cómo es su experiencia con el teatro terciario?
–Muchos años después de mi experiencia en TUBA, luego de realizar mi carrera profesional y docente, gano el concurso para la cátedra Técnicas teatrales para el ejercicio del rol docente, en el Instituto Joaquín V. González. Reconozco que cuando ingresé no estaba pensando en que iba a terminar realizando una tarea bastante similar a aquella que yo había mamado. No fui a conquistar un espacio. Fui a trabajar con jóvenes. Me encontré con un grupo maravilloso, que ya estaba formado y que estaba esperando que alguien se hiciera cargo de ellos para poner el cuerpo en la tarea. 


–¿Un “teatro amateur”? ¿Qué implica diferenciarse del “teatro profesional”?
–Adoro a mis compañeros de teatro profesional, me codeo con actores sensacionales, memorables, pero es incomparable a lo que me provocan los jóvenes cuando consiguen un logro. Es tan genuino el esfuerzo. El teatro profesional te lleva a otras concomitancias: que te vean, que te hagan una crítica, que te lleven a un certamen. Otras zanahorias. En el teatro amateur, la zanahoria sos vos mismo. Vos mismo confrontándote con vos y con los demás. Obviamente, no aspiro a que el teatro sea amateur. Está muy bien que sea profesional y está muy bien que estos mismos chicos que participan de teatro universitario o terciario se rajen y sean profesionales. Me ha pasado con muchos que hoy trabajan en el San Martín, en el Cervantes, que se han profesionalizado. No opongo una cosa a la otra. Pero sí valoro la posibilidad que genera la no presión. Todo se hace en otros tiempos. Los procesos largos son cada vez más difíciles, sobre todo en este país. Yo me formé en otra época. Por ejemplo, una vez me llamó Onofre Lovero para participar de un espectáculo y estuvimos once meses ensayando. Ahora, te llaman para un espectáculo y bueno. De hecho, el Cervantes te paga sólo por dos meses de ensayos. 


–¿La diferencia entre el teatro universitario y el espíritu del teatro independiente, donde también todos hacían todo y era autogestivo, tiene que ver con la procedencia del elenco y la institución que los convoca? 
–Esa sería la diferencia. No es el mismo teatro independiente que tenía la aspiración de convertirse en la profesión de la gente. Acá hay como un amparo institucional. Pertenecés a unas huestes y dentro de ese seno se te marca un rumbo, unas características dentro de las cuales vos tenés tus libertades de producción. Nadie está obligado a hacer nada. Nunca nadie hace nada por obligación, pero sí por compromiso. La mínima es que no falten, que vengan a los encuentros, que participen de lo que es la producción. 


–¿Qué necesitan hacia el futuro? ¿A qué aspira el Teteba?
–Nosotros queremos seguir trabajando, seguir creciendo en términos de estructura, de economía. Nunca el teatro universitario va a cobrar entrada. Nunca va a ser comercial. Está conformado por alumnos de nivel terciario, por lo tanto no es profesional. Esperamos crecer en número también porque ahora la promoción del Teteba va a llegar a todos los profesorados de enseñanza primaria y secundaria. Aspiramos a que haya otros gestores, más elencos, más espectáculos y más gente que vaya a ver espectáculos que no se ven en otros lados.